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En primera persona III: sobre el enseñar


Enseñar

Cuando pensé en escribir en primera persona sobre el enseñar, la imagen que me vino  fue la siguiente: Ringo, el perro de la casa está detrás de brisa una cachorra que acababa de llegar, la empuja, le está enseñando a subir las escaleras.

Seguramente si Ringo no hubiera hecho de maestro tutor igual Brisa habría logrado en algún momento subir las escaleras, eso cuando su tamaño diera para vencer el miedo, que según interpretamos era lo que sentía ante el escalón, miedo de subir, eso parecía porque temblaba y lloraba.

Enseñar a los nuevos, al recién llegado, introducirlo en el mundo eso dice Hannah Arendt que es educar, lo remite a los humanos por supuesto, pero yo creo que todos los animales le dan la bienvenida a sus recién nacidos  a la comunidad de su especie, solo hay que observar a una gata enseñando a tapar sus necesidades a un gatico, o a un pájaro (copetón que es lo que he observado) lanzando al vuelo al pichón.

Tal vez  los humanos como  los animales si no tuviéramos maestros que nos enseñaran,  aprenderíamos algunas  acciones  con un poco más de tiempo solos,   porque está en nuestra naturaleza hacerlo, pero  me asalta la duda si un niño aprendería  por ejemplo, a caminar solo, seguro no,  porque si no hay alguien que le enseñe esta simple acción tan humana,  tampoco tendría quien lo cuide y ser cuidados en los pequeños humanos es algo tan necesario y  por tantos años  que la ausencia de cuidado da para la muerte.

Fragilidad es la palabra, los humanos somos los más frágiles de los animales en nuestras primeras edades, requerimos de un cuidado extremo para llegar al punto en que lo mínimamente orgánico no nos haga perecer.
Entonces enseñar y cuidar es en nosotros como especie un requisito para conservar la vida.

Hannah Arendt también plantea a la educación como un acto de amor en el que los adultos le damos lo mejor al recién llegado (no especifica cuánto tarda la llegada) para que éste quede en un punto donde pueda crear algo nuevo, ¿modificar el mundo? Amor, en esa palabra podríamos conjugar las otras dos: enseñar y cuidar…Enseñar solo no sería un acto amoroso, porque enseñar puede significar tan solo mostrar  o demostrar lo que  hay en el mundo. Por otra parte, cuidar  puede ser amoroso pero no enseñar, por cuidar podríamos evitar que un niño haga cualquier cosa que le pueda causar daño, y esto puede ser cualquier acción. 

Vamos sumando palabras: Enseñar, cuidar, amoroso, experimentar, adulto, recién llegado, cambiar el mundo.
Entonces, enseñar debería ser un acto amoroso donde el adulto enseña al recién llegado cuidándolo para que pueda experimentar y cambiar el mundo ¿Cuándo se es adulto, cuándo se es recién llegado? Fácil responder esta pregunta cuando se ocupa en una relación  las edades en las que es evidente que se es un adulto y un recién llegado, pero  no es tan evidente cuando la relación se da entre adultos, aunque si la relación de adultos se da en un espacio “educativo” la pregunta también se responde fácil, el adulto es el que ocupa el rol de enseñar y el recién llegado es el que ocupa el rol de  aprender.

Escribo esto y me saltan amenazantes las contraposiciones teóricas que están (coherentemente muchas de ellas) en desacuerdo con la idea que hay un enseñante y un aprendiz. Pero como no estoy discutiendo teóricamente, sino pensando en primera persona no me voy a ir por esa avenida de pensamiento. Siento mucha dicha de poder simplemente responder a ese abstracto en el que hay que discutir, probar, convalidar con un descarado: ¡solo estoy pensando la vida!

Vuelvo a mi avenida de pensamiento donde es válido platear que enseñar debería ser  un acto  amoroso donde un adulto cuida a un recién llegado para que pueda experimentar y cambiar el mundo y donde las dos puntas de esta relación se asumen  en cualquier circunstancia donde alguien enseña y alguien es aprendiz y por tanto se vuelve un recién llegado.

He escrito ya varias veces en este texto Debería ser,  es decir que estoy lanzando un precepto ético, estoy planteando el enseñar, el papel de enseñante dentro de un marco de deber ser, ¿por qué? Porque hay una idea que precede a este pensar el enseñar, la idea con la que dialogo con Hannah Arendt de “cambiar el mundo”  o más precisamente desde la voz de ella, aportar algo nuevo.  Algo nuevo podría ser algo negativamente nuevo, pero no, Hannah Arendt  además de ser extremadamente lucida era un ser de “buen corazón” jamás hubiese conceptualizado ese algo nuevo como posiblemente negativo.

Además lo negativo, lo rudo, lo violento, lo feo…la guerra, el hambre, la pobreza, en el mundo humano no tienen nada de nuevo, no tienen nada de cambio, casi que por fuerza ese algo nuevo tendría que ser positivo. En verdad sería muy novedoso leer mañana en el periódico solo noticias que hablen de bondad, de alegría, de concordia, de creación… ¡Solo estoy pensando en primera persona! Y en este pensar, la única posibilidad que tengo es creer que enseñar es un deber ser en el que el que  enseña lo hace amorosamente para que el otro pueda experimentar con cuidado el mundo y pueda y quiera cambiar el mundo. Esta acción de enseñar así tiene que ir entonces en contra de lo evidente, porque el mundo (el humano)  es evidentemente negativo, desesperanzador, se ve casi imposible de cambiar, entonces enseñar que se puede cambiar requiere de una fuerza creativa tan grande que solo se puede generar siendo cambiador .

Ser cambiador, la palabra no existe, no en el sentido que le estoy dando,  podría buscar otra que por lo menos exista para que este ejercicio de pensar y escribir en primera persona sea siquiera respaldado por un consenso idiomática, pero a ella llegue caminando este camino, así que  quiero darle una posibilidad conceptual.

¿Qué sería ser un cambiador? Alguien que cambia y que genera cambios, o alguien que por lo menos desea generar cambios, es fácil encontrarse con que la acción de generar cambios requiere actos creativos y la más de las veces los que enseñamos solo repetimos, entregamos lo ya creado.. ¿Nos da el pensamiento y el sentimiento para en el enseñar introducir cambios?  Muy difícilmente un maestro de física que enseñe  en un colegio o universidad tendría el margen de saber y capacidad de pensar para cambiar el modelo de la física, o un maestro de filosofía que enseñe en un colegio o universidad pueda exponer un pensamiento filosófico tan novedoso que renueve la filosofía,  si los que enseñamos tuviéramos esas capacidades de pensamiento, junto con el tiempo requerido para pensar que implica en general  tener el dinero requerido para tener una vida dedicada al pensar seguramente estaríamos haciendo algo muy diferente a enseñar.

Pareciera entonces que no hay posibilidades de que en el campo educativo estén personas enseñando a cambiar o por lo menos incentivando el deseo de cambiar el mundo, pero es posible aunque el ejercicio de enseñar se limite a mostrar la herencia, porque al mostrar la herencia se puede mostrar el cambio (esta vez sí el que haya ocurrido para bien o para mal).

Que maravilloso sería que a la vez que se enseña lo que hizo alguien, como por ejemplo, Galileo Galilei se mostrara y  demostrara como cambio el mundo con él, que maravilloso sería que alguien que enseña  física y que por tanto estudió física sintiera gozo señalando las estrellas que se pudieron ver después de inventado  el telescopio…o que contundente sería que alguien que enseña historia mostrara su profundo desacuerdo por el error de la guerra, de cualquier guerra a sus recién llegados, para que ellos deseen un mundo sin guerra.
En la labor de vivir  cambiamos permanentemente de puesto, algunas veces somos adultos que enseñamos y  a veces somos recién llegados que aprendemos y a veces somos al mismo tiempo adultos y recién llegados.

El contenido de lo que se enseña es lo de menos, es solo  la labor de mostrar el mundo que hay, lo importante es avivar el deseo de que sea más, como diría Platón, bello-bueno.  Lo que signifique bello-bueno puede que sea peligrosamente ambiguo, sin embargo,  es parte del tener  que creer que hay un sentido común en todos que hace que justamente haya un sentir de lo bello- bueno plural, matizado en la diferencia pero  que se encuentra en un solo sentido...
En palabras de un gran cambiador y soñador de mundos

 “IMAGINA
John Lennon
Imagina que no hay paraíso,
Es fácil si lo intentas,
Ningún infierno debajo de nosotros,
Arriba de nosotros, solamente cielo,
Imagina a toda la gente
Viviendo al día...

Imagina que no hay países,
No es difícil hacerlo,
Nada por lo que matar o morir,
Ni religiones tampoco,
Imagina a toda la gente
Viviendo la vida en paz

Imagina que no hay posesiones,
Me pregunto si puedes,
Ninguna necesidad de codicia o hambre,
Una hermandad del hombre,
Imagina a toda la gente
Compartiendo todo el mundo...

Tu puedes decir que soy un soñador,
Pero no soy el único,
Espero que algún día te nos unas, Y el mundo vivirá como uno solo”.

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