Enseñar
Cuando pensé en escribir en primera persona sobre
el enseñar, la imagen que me vino fue la siguiente: Ringo, el perro de la
casa está detrás de brisa una cachorra que acababa de llegar, la empuja, le
está enseñando a subir las escaleras.
Seguramente si Ringo no hubiera hecho de maestro
tutor igual Brisa habría logrado en algún momento subir las escaleras, eso
cuando su tamaño diera para vencer el miedo, que según interpretamos era lo que
sentía ante el escalón, miedo de subir, eso parecía porque temblaba y lloraba.
Enseñar a los nuevos, al recién llegado,
introducirlo en el mundo eso dice Hannah Arendt que es educar, lo remite a los
humanos por supuesto, pero yo creo que todos los animales le dan la bienvenida
a sus recién nacidos a la comunidad de su especie, solo hay que observar
a una gata enseñando a tapar sus necesidades a un gatico, o a un pájaro
(copetón que es lo que he observado) lanzando al vuelo al pichón.
Tal vez los humanos como los animales si
no tuviéramos maestros que nos enseñaran, aprenderíamos algunas
acciones con un poco más de tiempo solos, porque está en
nuestra naturaleza hacerlo, pero me asalta la duda si un niño aprendería
por ejemplo, a caminar solo, seguro no, porque si no hay alguien
que le enseñe esta simple acción tan humana, tampoco tendría quien lo
cuide y ser cuidados en los pequeños humanos es algo tan necesario y por
tantos años que la ausencia de cuidado da para la muerte.
Fragilidad es la palabra, los humanos somos los más
frágiles de los animales en nuestras primeras edades, requerimos de un cuidado
extremo para llegar al punto en que lo mínimamente orgánico no nos haga
perecer.
Entonces enseñar y cuidar es en nosotros como
especie un requisito para conservar la vida.
Hannah Arendt también plantea a la educación como
un acto de amor en el que los adultos le damos lo mejor al recién llegado (no
especifica cuánto tarda la llegada) para que éste quede en un punto donde pueda
crear algo nuevo, ¿modificar el mundo? Amor, en esa palabra podríamos
conjugar las otras dos: enseñar y cuidar…Enseñar solo no sería un acto amoroso,
porque enseñar puede significar tan solo mostrar o demostrar lo que
hay en el mundo. Por otra parte, cuidar puede ser amoroso pero no
enseñar, por cuidar podríamos evitar que un niño haga cualquier cosa que le
pueda causar daño, y esto puede ser cualquier acción.
Vamos sumando palabras: Enseñar, cuidar, amoroso,
experimentar, adulto, recién llegado, cambiar el mundo.
Entonces, enseñar debería ser un acto amoroso donde
el adulto enseña al recién llegado cuidándolo para que pueda experimentar y cambiar el mundo ¿Cuándo
se es adulto, cuándo se es recién llegado? Fácil responder esta pregunta cuando
se ocupa en una relación las edades en las que es evidente que se es un
adulto y un recién llegado, pero no es tan evidente cuando la relación se
da entre adultos, aunque si la relación de adultos se da en un espacio
“educativo” la pregunta también se responde fácil, el adulto es el que ocupa el
rol de enseñar y el recién llegado es el que ocupa el rol de aprender.
Escribo esto y me saltan amenazantes las
contraposiciones teóricas que están (coherentemente muchas de ellas) en
desacuerdo con la idea que hay un enseñante y un aprendiz. Pero como no estoy
discutiendo teóricamente, sino pensando en primera persona no me voy a ir por
esa avenida de pensamiento. Siento mucha dicha de poder simplemente responder a
ese abstracto en el que hay que discutir, probar, convalidar con un descarado: ¡solo
estoy pensando la vida!
Vuelvo a mi avenida de pensamiento donde es válido
platear que enseñar debería ser un acto amoroso donde un adulto
cuida a un recién llegado para que pueda experimentar y cambiar el mundo y
donde las dos puntas de esta relación se asumen en cualquier
circunstancia donde alguien enseña y alguien es aprendiz y por tanto se vuelve
un recién llegado.
He escrito ya varias veces en este texto Debería
ser, es decir que estoy lanzando un precepto ético, estoy
planteando el enseñar, el papel de enseñante dentro de un marco de deber ser,
¿por qué? Porque hay una idea que precede a este pensar el
enseñar, la idea con la que dialogo con Hannah Arendt de “cambiar el
mundo” o más precisamente desde la voz de ella, aportar algo nuevo.
Algo nuevo podría ser algo negativamente nuevo, pero no, Hannah Arendt
además de ser extremadamente lucida era un ser de “buen corazón” jamás
hubiese conceptualizado ese algo nuevo como posiblemente negativo.
Además lo negativo, lo rudo, lo violento, lo feo…la
guerra, el hambre, la pobreza, en el mundo humano no tienen nada de nuevo, no
tienen nada de cambio, casi que por fuerza ese algo nuevo tendría que ser
positivo. En verdad sería muy novedoso leer mañana en el periódico solo
noticias que hablen de bondad, de alegría, de concordia, de creación… ¡Solo
estoy pensando en primera persona! Y en este
pensar, la única posibilidad que tengo es creer que enseñar es un deber ser en
el que el que enseña lo hace amorosamente para que el otro pueda
experimentar con cuidado el mundo y pueda y quiera cambiar el mundo. Esta
acción de enseñar así tiene que ir entonces en contra de lo evidente, porque el
mundo (el humano) es evidentemente negativo, desesperanzador, se ve casi
imposible de cambiar, entonces enseñar que se puede cambiar requiere de una
fuerza creativa tan grande que solo se puede generar siendo cambiador .
Ser cambiador, la palabra no existe, no en el sentido que le
estoy dando, podría buscar otra que por lo menos exista para que este
ejercicio de pensar y escribir en primera persona sea siquiera respaldado por
un consenso idiomática, pero a ella llegue caminando este camino, así que
quiero darle una posibilidad conceptual.
¿Qué sería ser un cambiador? Alguien que cambia y
que genera cambios, o alguien que por lo menos desea generar cambios, es fácil
encontrarse con que la acción de generar cambios requiere actos creativos y la
más de las veces los que enseñamos solo repetimos, entregamos lo ya creado..
¿Nos da el pensamiento y el sentimiento para en el enseñar introducir
cambios? Muy difícilmente un maestro de física que enseñe en un
colegio o universidad tendría el margen de saber y capacidad de pensar para
cambiar el modelo de la física, o un maestro de filosofía que enseñe en un
colegio o universidad pueda exponer un pensamiento filosófico tan novedoso que
renueve la filosofía, si los que enseñamos tuviéramos esas capacidades de
pensamiento, junto con el tiempo requerido para pensar que implica en general
tener el dinero requerido para tener una vida dedicada al pensar
seguramente estaríamos haciendo algo muy diferente a enseñar.
Pareciera entonces que no hay posibilidades de que
en el campo educativo estén personas enseñando a cambiar o por lo menos
incentivando el deseo de cambiar el mundo, pero es posible aunque el ejercicio
de enseñar se limite a mostrar la herencia, porque al mostrar la herencia se
puede mostrar el cambio (esta vez sí el que haya ocurrido para bien o para mal).
Que maravilloso sería que a la vez que se enseña lo
que hizo alguien, como por ejemplo, Galileo Galilei se mostrara y
demostrara como cambio el mundo con él, que maravilloso sería que alguien
que enseña física y que por tanto estudió física sintiera gozo señalando
las estrellas que se pudieron ver después de inventado el telescopio…o
que contundente sería que alguien que enseña historia mostrara su profundo
desacuerdo por el error de la guerra, de cualquier guerra a sus recién
llegados, para que ellos deseen un mundo sin guerra.
En la labor de vivir cambiamos
permanentemente de puesto, algunas veces somos adultos que enseñamos y a
veces somos recién llegados que aprendemos y a veces somos al mismo tiempo
adultos y recién llegados.
El contenido de lo que se enseña es lo de menos, es
solo la labor de mostrar el mundo que hay, lo importante es avivar el
deseo de que sea más, como diría Platón, bello-bueno. Lo que signifique
bello-bueno puede que sea peligrosamente ambiguo, sin embargo, es parte
del tener que creer que hay un sentido común en todos que hace que
justamente haya un sentir de lo bello- bueno plural, matizado en la diferencia
pero que se encuentra en un solo sentido...
En palabras de un gran cambiador y soñador de
mundos
“IMAGINA
John Lennon
Imagina que no hay paraíso,
Es fácil si lo intentas,
Ningún infierno debajo de nosotros,
Arriba de nosotros, solamente cielo,
Imagina a toda la gente
Viviendo al día...
Imagina que no hay países,
No es difícil hacerlo,
Nada por lo que matar o morir,
Ni religiones tampoco,
Imagina a toda la gente
Viviendo la vida en paz
Imagina que no hay posesiones,
Me pregunto si puedes,
Ninguna necesidad de codicia o hambre,
Una hermandad del hombre,
Imagina a toda la gente
Compartiendo todo el mundo...
Tu puedes decir que soy un soñador,
Pero no soy el único,
Espero que algún día te nos unas, Y el mundo vivirá
como uno solo”.
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