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En primera persona IV

Fragmentos de mi

Viene y va, como una sombra que se traga toda la luz que está adentro, que está afuera. Qué es y cómo se nombra, no lo sé, qué he de saber yo que solo le veo y le registro en mi piel desde que soy esta piel y esta vida.

Se me desgarra este ombligo metafísico que dista unos centímetros del físico, ahí, justo ahí, en ese ahí que no existe en mí ni en parte alguna, siento  dolor, un dolor  que no duele en parte alguna de esto que es mi carne y mi tiempo, ese dolor que va más allá del espacio tiempo, del tiempo que me corresponde vivir.

Me cansé de gritar mi pena, por eso ya no escribo, porque esto que hago ahora mismo,  no es escribir, es ir al consultorio invisible del universo y de una consciencia inexistente a decirle mis síntomas, solo para que sepa algo, así sea algo que no existe lo que me aqueja.

Y le digo: me arde mi mirar ciego, me taladran en los oídos los sonidos de la materia, mi espíritu y mi carne han salido a caminar por separado y ya no los encuentro, entonces soy un tercero sin materia ni espíritu.

Y… ¿si  no estoy en mi materia, ni en mi espíritu, en que parte de ellos me duele a mí, y qué soy yo que se duele  y que no es ni esa materia, ni ese espíritu?

He de suponer que algún día, tal vez el último, o el día después del último en que algo ande en esta vida con mi nombre y mi rostro, estallará en alguna parte de lo que sea el todo o lo que sea la nada, estallará como una estrella moribunda, todo lo que he sentido y se encontrarán, nos encontraremos, mi espíritu, mi materia y yo, se yo lo que yo sea.

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