Ir al contenido principal
“El poeta es un fingidor
finge tan completamente
que hasta finge ser dolor
el dolor que en verdad siente”
FERNANDO PESSOA






Ser poeta tarea de malditos
(Poema publicado en el libro “Consejo para viajeros” Yuri Magnolia Arias Montenegro)
Y hay algunos tontos tan perdidos en fingir su sentir, que terminan muertos, hechos polvo, espuma del agua. Algunos a los que por hacer propios todos los extremos de la vida, la cuerda los atrapó sin remedio, en los días llenos de noches. Hay algunos a quienes para cantar sus dolores no les fue suficiente con la pluma y la hoja, y quisieron en verdad escribir con sangre cada una de sus penas. Para algunos la noche se multiplicó en tantos insomnios que no hubo como perderse en los sueños; dejar de ser y ser otro, otro deseado de sí mismo y el espejo cansado de verles languidecer, les saco la mano y con bofetadas de fastidio los dejo mudos. Ya no más escuchar, ya no más decir, ya no más expresión. Fingir el dolor sentido, tarea de malditos. ¿Con qué cuerpo se puede tener un alma semejante, con qué labios se pueden dar besos que a punta de fingir siente lo que alma alguna ha sentido en beso alguno? Fingir es estirar la cuerda hasta romper los equilibrios, morderse las manos en la oscuridad de la sombra, cobrarle al tiempo los instantes pasados.
 Tontería del ser poético que no deja que la vida pase, simple y llana en los mercados y en boca de los mercaderes. Tantos poetas muertos fingiendo su dolor sin inteligencia vital para reinar en la selva, sin palabras comunes para hacerse entender, sin amores reales que se viven y se olvidan.
Pessoa, tu Ofelia ¿cómo podría haberte amado y servirte la cena a las siete en punto, si tú a las siente en punto no sabías quién eras? Qué horroroso sería amarte Pessoa, con esa inmensidad de espíritu, ¿cuál de tus sueños podría odiar, a cuál de tus sueños podría tomar simplemente la mano una cándida mañana? Pizarnik te habría amado y te llamaría Alejandra, pero nunca se encontrarían a la hora de la locura, y en la hora de la cordura no se reconocerían, ¿cómo reconocer sus almas inquietas en lo tranquilo y quieto?
Yo te amaría, como me amo a mí misma, como te amo, pero esperando que no saltes de las páginas a mi cama; habría tal competencia de fingimientos entre tú y yo, que lo nuestro no sería un suicidio tonto por fingir, sino un asesinato múltiple con sólo dos cadáveres. Pero te amaría... Mas si has aparecido en la esquina de mi casa, lo hiciste cuerdo y no te reconocí, porque los poetas no están en las esquinas, los poetas no están en las tabernas, los poetas no están ni en los cuerpos de los poetas, los poetas sólo están en las páginas, o en los manicomios, o en los cementerios; los poetas viven a solas y mueren a solas, en los rincones de los secretos y nunca nadie los conoce, aunque les tomen la mano y les besen.

Así que tal vez por eso tantos se han matado, tantos han enloquecido, como la consumación solitaria del arte del desespero, para que por fin alguien los conozca en su finita humanidad y sepa que tanto fingen que hasta fingen ser locura, que hasta fingen ser muerte.

Comentarios