Los días pasan sin ella
Ayer era 23 de Noviembre, otro 23 más, fecha que estamos marcando
con mis hermanas y hermanos desde enero como, “hoy se nos fue mi mamá”, “hace
diez meses se nos fue mi mamá”. Y ya para esta fecha 23, hemos cumplido casi
todos, salvo mi hermana que cumple en diciembre, y para todos ha sido un cumpleaños
sin el rito de su bendecirnos, sin su voz esperada, sin saber que se cumple el
haber nacido y el haber parido; así que este año ha sido un rito nuevo, cumplir
años sin ella, saber qué diría, recrear la solemnidad de su “bueno mija, yo le
quiero leer este Salmo”, porque ponía la voz más solemne que podía, al punto
que por lo menos yo inclinaba un poco la cabeza, esperando descifrar cuál y
porque había escogido ese en ese cumpleaños, ese y no otro. No recuerdo que me
haya repetido un Versículo. Y después de su lectura, venía esa gran bendición
que se sentía como un manto que nos ponía encima y que duraba un año, o si se
desgastaba y se sentía que algo andaba mal, o que alguien nos podía hacer daño,
mi mamá, sacaba su verbo poderoso que resonaba por esa voz dulce y contundente que
tenía para renovar el manto.
Y hoy 24 de Noviembre cumplía años, ella y mi hermano, a
quién siempre hemos visto como el hijo que le dieron como regalo de cumpleaños,
“El regalito” está cumpliendo años, ya sin ella, es muy raro para mí, que él
esté de cumpleaños sin ella. Yo estuve consciente primero que del cumpleaños
mío, el de mi hermano que es mayor que yo, se me podía olvidar mi cumpleaños,
no el de mi hermano, porque nació por ese azar de la vida un cumpleaños de
ella.
Hoy es su cumpleaños, y su cuerpo no está en este plano, su
cuerpo que un día instaló en la vida a
la mujer que luego habría de parir y criar a pulso esta cantidad de hijos que
somos, los hijos de ella.
No está su cuerpo, ¿habrá más evidencia de qué ya partió,
como decimos nosotros, que sea el día de sus cumpleaños sin que haya en este
espacio tiempo una respuesta al “feliz cumpleaños mami”?
Nacer es poner el cuerpo sobre este mundo de humanos locos y
tontos y morir es soltarle a la tierra ese mismo cuerpo después de haber
llenado la consciencia de lo vivido, lo que se vivió y lo que fue con los
otros.
Los más otros de mi mamá éramos sus hijos, lo más nuestro de
sus hijos era nuestra mamá.
Ya ese cuerpo no está en este tierra, apenas si quedan
restos, por eso nunca más la veré, salvo en mi memoria, caminando con ese
caminar de Chaplin que tenía, porque con dos operaciones encima en la cadera se
negó a caminar despacio, así que se le veía siempre con su bastón como
corriendo, en realidad se negó a dejar de caminar. Mi mamá con ese cuerpo que
ya no está en este mundo, se negó a claudicarle a todo dolor y toda debilidad;
tampoco le claudicó nunca a la vida que fue dura, temple como ese no conozco.
Por eso hoy 24 de Noviembre, sé que aunque ese cuerpo que me parió a mí y mis
hermanos y nos crío a pulso, era aunque muy amado, el recipiente que se quedó,
de un espíritu que pasó por acá, que es el espíritu madre por siempre y para siempre
de esto que soy en este devenir, el espíritu madre, el mío y de estos seres que
nos hermana su vientre, en los que reconozco en unos su voz, y su fuerza, en otros su aire, su
color de piel, el marco de su cara, su estructura física, y en mí, su mirada,
que siempre recordaré como si mis ojos estuvieran afuera y me miraran. Sus ojos
ya no existen, pero su mirada debe estar mirando a sus hijos desde algún lugar
de la consciencia, y como no, deseándole feliz cumpleaños a su regalito
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