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CARTA A MIS ESTUDIANTES

 

 

De: Yuri Magnolia Arias Montenegro



Al ser una carta verdadera a mis estudiantes, sin poder ahorrarme el posesivo emocional del “mi”, no  la escribo desde un marco teórico, aunque, cómo no, tengo en mi cabeza todas mis afiliaciones  teóricas, mis posturas éticas y políticas, pero sobre todo, tengo estas palabras maduradas este semestre en el que mi oficio, porque es ante todo un oficio, una tarea, de ser profe se medió, y entre ustedes mis estudiantes y yo, hubo cámaras apagadas, micrófonos silenciados; lo que causó que no podía ver gestos, miradas, que no podía mirarlos, ver su cuerpo alerta o distante. Este semestre, este año, en que muy pronto muchos decidieron que eso de enseñar es tan fácil como bajar tutoriales de Youtube, y a la vez definieron que eso de aprender, de estudiar, es tan fácil como presentar talleres y aprenderse de memoria algún contenido.

Entre encuentro y encuentro, entre reunión y reunión, los he pensado tanto y he querido decirles tantas cosas que no se dijeron en este vértigo de un año que parece una reseteada de un computador cósmico. Los he pensado, a los estudiantes de este año y del anterior, y a su vez a los de más atrás, he reunido miles de rostros y almas en mi interior para poder volver a mirar mi oficio desde el sentido de lo humano y no desde la instrumentalización de nuestro oficio y peor aún, desde la instrumentalización de ustedes, para poder encontrar ese espacio donde ustedes no son solo estadísticas y logros, o perdidas menores; he buscado así en ese rincón de mi ser en el que me hace hacer esto que hago, más allá de la simple razón de “ganarme la vida”, a pulir con esfuerzo el sentido profundo, de por qué “enseño” y desde dónde lo hago.

Cuando yo estudiaba en la Normal, cantábamos un himno al educador que decía algo como “semejante aun artista que tallando esta en su altar” y luego hacía referencia a que los educadores “tallamos almas” y había otra rutina de leer el decálogo del maestro que decía algo como “sino puedes amar, no enseñes niños”.

Escribiéndoles a ustedes pienso varias cosas sobre esto que me inyectaron en la Normal, y que me acompaña pero revisado, lo primero, sé y estoy de acuerdo, que desde hace muchos años, ya no se piensa en “alumnos”, seres sin luz que el maestro ilumina; ya no son almas que tallamos como el artista, ya no se concibe que el (la) estudiante llega sin nada de luz y mediante un proceso mágico quien es su maestro, maestra, le da la luz del saber; ya no, sin embargo, quien enseña, que cambia de denominación cada nada, pero que a mí me gusta el nombre que nos dan ustedes, los estudiantes, “profe”, no es un iluminado, pero si es el que se juega el papel de estar ahí, anticipando saberes y haceres para recrearlos, reconstruirlos, deconstruirlos, ponerlos a jugar en escenarios diferentes y hacer las preguntas adecuadas, los cuestionamientos pertinentes, los enlaces astutos.

Nuestra tarea es una tarea humana, tal vez esta puesto entre dicho, lo que dice ese himno al maestro, y no se nos permite decir, ni siquiera en voz baja, que trabajamos con “almas”, pero, pensar que ustedes son cosificaciones y que nosotros somos cosificadores, es un sentido que no acepto, porque para mí ustedes son seres, son vidas, son procesos, son universos, lo mismo que yo. Ni ustedes ni yo, nos jugamos en el encuentro solo la pragmática de que se logre el objetivo del tema de clase; nos jugamos una relación intersubjetiva, en la que o somos comunidad o somos una verticalidad de micropoder en la que ni su vida importa ni la nuestra (la de los profes) importa.

 Queridos estudiantes, entonces les digo, su vida me importa, y mi vida, cuando estoy con ustedes me importa, no dejo de ser lo que soy, cuando me encuentro con ustedes, menos ahora que estamos tan metidos en el rancho unos de otros y se escucha la mascota, el bebé, el taladro; menos ahora que no tenemos un espacio diferencial para jugarnos nuestros roles… No tallo sus almas con mi cincel de maestra experta, no, pero sí en cada encuentro nos jugamos un tiempo de vida que se hace significativo o no, lograr que no sea una pérdida de tiempo, un tiempo sin vida, es la tarea en la que ahora somos equipo. Y lo logramos, casi siempre lo logramos,  sin poder verlos, con sus micrófonos apagados, lo logramos, porque ustedes se jugaron algo que tiene que ver con aplicar la fuerza de la vida, con no tirar la toalla, con vivir sin certezas, ni mundos conocidos, porque yo me jugué mis saberes y mi sentido humano, mis estrategias, mis tiempos laborales y personales; lo logramos, casi siempre y casi en todos los casos, porque ustedes y yo, como seguramente muchos otros profes y otros estudiantes, nos hicimos los locos con los formuladores de teorías educativas de escritorio que pretendieron ver en este giro de la historia que nos trae la pandemia y sobre todo la noción de clases remotas (que no virtuales), el fin de la educación. Lo logramos, porque educar es mucho más que pasar contenidos, porque educar es construir el mundo, destruir el mundo, jugarse el sentimiento junto a los saberes y las ignorancias. Lo logramos porque tuvimos la entereza humana de insistir, por eso gracias, que mi trabajo no haya fracasado, que su actual tarea de vida, de estudiar no haya fracasado, es un logro del equipo que somos.

 

 Sé que sienten no fue lo mismo, sé que cayó sobre muchos de ustedes la realidad de la desigualdad, que se dieron cuenta que no viven en realidad en ninguna modernidad, ni ninguna post modernidad, sea esta nombrada como sea nombrada; sé que muchos de ustedes se encontraron aislados en un mundo rural maravilloso, donde pueden respirar más tranquilos y caminar más libres, pero que resultó de un día para otro, un mundo “atrasado” en el que no tener un plan de internet, o dinero para minutos, los excluyó del todo o parcialmente, los puso a jugar el juego de la marginalidad, les tiró en la cara el axioma de que solo sobrevive el más fuerte; a muchos, los aplastó aparentemente la idea que su sueño de ser estudiantes era pura quimera. Todo eso lo sé, sé que sus raíces se hunden en la tierra y su deseo es pasar por las aulas, tomar tintico en la cafetería, sabotear las clases cuando se aburren en vivo y en directo, poder pararme en el pasillo y decirme, “profe, puedo hablar con usted”.

Sé que sus familias son de trabajadores, sé que la vida se les volvió un 8, lo sé, por eso,  haber sacado este año adelante es un, “sí que somos berrracos”, lo hecho no es cualquier cosa, es haberse jugado un chico con la historia de la humanidad, porque es eso, esto no es un evento anecdótico, es un pico histórico, por eso, no era viable sentarse a esperar que esto pase, había que marchar al ritmo de la rueda de la historia, porque sino nos auto marginaríamos, le agregaríamos a la exclusión que no es nueva por cierto, a la injusticia, a la desigualdad que nos imponen una especie de concesión vital, de “no puedo hacer nada”. Y muchos de ustedes no pudieron mantenerse conectados y muchos de los profes tampoco, no hay pecado en ello, estudiar y enseñar es muy importante, puede definir un sentido de vida, pero si no pudieron sostenerse en esa rueda girando, si conectarse significaba dejar sin comida a su familia, si la pantalla sin cámara fue demasiado gris para lo que deseaban, eso, eso que pasó, ese momento no es el fin del mundo, la vida se dice de diferentes maneras, y sí en este momento fue más urgente buscarse la comida, cuidar la familia, si no tuvieron para el semestre, si se “rajaron” en las materias, si algo ocurrió y no continuaron estudiando, pero siguen vivos y con vida, también lo lograron, y también están en el horizonte de lo que debemos pensar y revindicar como proyecto educativo, como proyecto de sociedad; porque no se trata de que ustedes tengan que dejar de vivir en el campo, o que son  de malas porque son de una familia estrato económico de trabajadores; no es eso, no es que se unan al baile de los que sobran, es que los medios virtuales  se deben democratizar para que estudiar o no estudiar mediados y en clases remotas, o virtuales, sea una decisión no una imposición encubierta.  Para que algún día pase como con los celulares que en un principio solo los  tenían la gente de plata y en los espacios  urbanos y ahora se puede ver campesinos e indígenas con su celular ordeñando vacas, sembrando, en el monte, en el mar.

Esta situación evidencia que ustedes no son un proyecto vacío, no son una especie de borrador de vida que los planes de estudio completan, ustedes son ustedes, son autónomos, tiene historia, creencias, posiciones y nosotros nos tejemos en un devenir espacio temporal de roles; y a la vez demuestra que los profes no somos sacrificados mesías que pueden estar terriblemente mal y aún así, funcionar como perfectos “educadores” , a nosotros también nos ladran los perros, nos da pereza, nos cansamos, nos explotan, nos “califica” desde parámetros verticales, nos dan órdenes, se nos meten al rancho. Por todo eso, por estas evidencias y visibilizaciones descarnadas que nos deja esta situación mundial, es que deberíamos de una vez por todas dejar de pensarnos separados, en eterna oposición y contradicción; yo a ustedes no los pienso ni siento, como una especie de lucha de clases, los pienso como unos seres humanos que pasan por mi vida como estudiantes, que paso por su vida como “la profe de”

 

Por eso lo último que quiero decirles es que eso que aprendí en la Normal, de “sino puedes amar, no enseñes niños”, yo en mi ejercicio lo extendí, a sino puedes amar no enseñes, y amar o sentir afecto de manera correcta: con ética, sin apego, sin prepotencia, sin mediocridad, con entereza, con empatía, con rigor, con saberes sentí- pensantes, con verdad, con mucha verdad, porque la verdad, el ser auténticos hace que nos equivoquemos pero que podamos corregir desde la certeza de lo que es transparente.

Queridas y queridos estudiantes, no sé si les digo todo lo que tenía que decir, o pensé en decir esta temporada, pero déjenme terminar, parafraseando a Viktor Frankl: no tenemos poder sobre los que nos pasa, tenemos poder sobre cómo reaccionamos a los que nos pasa. Así que ante esto que nos pasa, con las particularidades de cómo les pasa, de cómo me pasa, ejerzamos la libertad, y escojamos un sentido de vida construido como un artista que talla su vivir con impecabilidad.

Con afecto

La profe de….  


Comentarios

  1. Que hermoso, gracias por plasmar lo que se siente desde el rol "del profe" y lo maravilloso de lograr continuar, en medio de las crisis de la humanidad.

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