CARTA A LA MUERTE
Te he escrito poemas, he reflexionado sobre ti, casi toda
mi vida, te volví deseo y esperanza, pero nunca te he escrito una carta. Lo
hago ahora después de excavar como una minera en lo más recóndito de mis
dolores, de mis penas, ahora que creo ya no puedo alumbrar más con mi
entendimiento los por qué y las manifestaciones de lo que en mi vida pasa, te
escribo una carta como trazando sobre el viento, esperando que eso que eres
escuche, aunque no seas nada.
Cuando pensé en escribirte se me vino a la mente y el
corazón mis muertos, esos seres que han partido y que al hacerlo me dejaron con
ese inevitable dolor, inevitable, aunque casi sé, casi lo entiendo, que tu eres
un paso en un camino que tal vez termina contigo, que tal vez sigue en otra
forma de ser y estar que ni imaginamos. Pienso mis muertos porque cuando
partieron, cuando dejaron de ser carne y presencia quise, quise mucho, poder
hablarles, poder preguntarles, poder verlos, poder saber, sí, poder saber, pero
no, no podemos saber, tu eres el fruto prohibido del saber, todo lo que se teje
sobre ti es creencia, aunque esas creencias sean casi certezas, aunque esas
creencias sean milenarias, aunque nos hayamos asomado algunas veces, es la
franja del no saber, tu eres la gran bofetada a la prepotencia humana, tu
reduces todo saber, todo hacer a la incertidumbre, por eso eres mágica, eres
bella.
Bendita sea la muerte que nos salva de la vida, digo en
un poema, porque sí, así te siento casi todo el tiempo, mi vida sería
desesperante si no existieras, si en este cuerpo y en este nombre que transito
hubiera un para siempre, si no existieras, no podría pensar en finales y en
renovaciones o en esa nada que he
pensado tanto, la nada del ser, que no es ni asomo de vacuidad, la nada del ser
que es solo ausencia de ser.
Mis muertos que pasaron más allá de la cortina y me
dejaron acá añorándolos, extrañándolos, furiosa por los cómos y cuándos de sus
partidas, como si que murieran y como murieron hubiera sido injusto. Torpe de
mí, caprichosa de mí, prepotente de mí, que me atrevo a juzgar tu manera de
aparecer para extinguir esta vida como la conocemos.
Su muerte, la de mis muertos anticipa mi propia muerte,
porque sé que un día estaban en un rostro, en un cuerpo, en unos gestos que yo
amaba, admiraba, o tenía conflictos, y al otro día eran cenizas, su presencia,
su añorada presencia se fue de este mundo y dejé de encontrarlos en las calles,
se me volvieron solo recuerdo e historia.
Y así será conmigo algún día, tal vez ya mientras escribo
esto, tal vez en un tiempo, tal vez pacíficamente, tal vez con violencia, no lo
sé, el cómo y el cuándo de mi morir y mi muerte te pertenece, le pertenece a
ese abstracto al que no alcanzo a llegar.
Por eso a la muerte a la que le escribo, no es la muerte
en general, demasiada grande esta entidad como para alzar mi vista con las
palabras para verle, ya ni me atrevo a mírate, solo puedo escribir a esa muerte
que le corresponde a mi vida, a la muerte que está pactada en el azar o en el
destino que me corresponde; a la muerte que volverá historia a mi existencia.
La muerte que le corresponde a este trozo de carne y sangre que transito en
este vivir que también es enorme, que tampoco controlo. Mi muerte y mi morir
Siempre he pensado que el problema no es la muerte, o por
lo menos que no es posible pensar la muerte, es tan ajena, tan más allá de la
razón, de las palabras, que no es un problema porque no se puede pensar. El
morir, es otra cosa, el morir implica transitar con dolor o sin él, con
angustia o sin ella a la sombra, al más allá de las palabras. El morir, el cómo
se va a acercar mi cuerpo y mi consciencia al final de mis días.
Así que mi muerte, ahora que me sé presa del tiempo, del azar o
del destino, solo puedo escribirte que me estremece saber que un día, tal vez
hoy, tal vez en mucho tiempo, moriré, y que en algún lado se escogerá el cuándo
y el cómo, me estremece sí, te he visto de cerca, sé cómo se siente los
preludios de tu cercanía, pero también me sigue liberando, también el saber que
voy a morir, que hay una muerte esperándome en el filo de la luz y la sombra me
da descanso, me lleva a sentir que soy libre del yo y del mí, que nada es tan
importante, que nada en mi vida, ni mis rumiados dolores, y desequilibrios, ni
mis alegrías humanas, ni el más profundo de mis defectos, ni mis grandes
amores, ni mis pequeños odios, ni lo que detesto, ni lo que apetezco, nada, nada, absolutamente nada quedará en pie cuando
llegues, toda yo se desvanecerá, por lo menos a este lado de la cortina, y seré
llanto en los que me extrañen como yo he llorado mis muertos, y seré historia
para los que haya significado, como son mis muertos mi historia, seré recuerdo,
seguro seré recuerdo, y tal vez como mis muertos gravitaré en este mundo un
tiempo, y seré rastro de sentimiento y sueño, pero al final de los tiempos solo
seré eso, una historia.
Qué liberador que existas muerte mía.
Y entonces en mi pequeñez te pido que llegues a tiempo,
sea a tiempo lo que signifique, que llegues cuando aún la vida me sea posible,
cuando vivir sea soñar, cuando aún tenga fuerzas.
Y cómo quisiera muerte que mi encuentro contigo sea
consciente, sea sereno, porque quiero tener consciencia así sea un segundo en
el tiempo humano de lo que eres y a donde me llevas, aunque el a donde sea la
nada. Quiero saber, porque te he querido conocer casi al mismo tiempo que
conocí la vida, esta vida.
Lo sé, no hay manera realmente de estar preparada para
ti, no la hay, siempre serás una sorpresa, siempre será el divino momento que
se ha ido tejiendo en mi vida, un momento secreto, un secreto escrito en las
nubes; no hay manera de prepararme para tu encuentro, tan solo he tratado de
prepararme para la vida, pero no lo he logrado, el sinsentido ha sido mi mapa
de navegación para vivir, porque todo sentido se estrella en el abismo, todo
camino se borra en las pisadas, por eso, vivir ha sido un borrador, un intento
intentado, en el que soy, sobre todo soy, un cúmulo de sentimientos, una mente
que piensa, un cuerpo que experimenta. Tengo bondad en mi corazón, inteligencia
en mi cabeza, fuerza que se vuelve rabia a veces, tristezas que son perpetuas,
tengo heridas que no sanan y sanidades que nunca enferman, tengo amores y tengo
amigos, tengo sentido de la justicia, he tenido batallas en las que he triunfado
y mil derrotas. He sido estúpida y he lastimado, he sido estúpida y me han
lastimado, he sido tantas formas y expresiones, y todo esto, cada gramo de mi
sentir y hacer, de mi palabra y mis silencios, de mi hacer en este mundo, te
los daré cuando me poseas, o poseas todo lo que encierra ser mi y yo, te lo daré como una ofrenda de el no ser nada,
nada más que lo que hubo entre el día que nací y el que he de morir.
Inevitable la muerte física, como la vivida en cada proceso humano. Trascender dejando los apegos y la razón nos harán disfrutar de este paso a una eternidad que desconocemos. Bello escrito!!
ResponderEliminar