Ir al contenido principal

No soy del rebaño,  soy como Zaratustra. Como él, bajo de la montaña de mi espíritu y quiero hablarle a las multitudes y estas me abuchean; no entienden mis palabras, yo hablo desde la loca verdad del corazón, enciendo la llama de mi verbo, no para convencer seguidores, lo hago porque mi consciencia se agita por igual ante pretendidos amos o esclavos. 

Dios no ha muerto, Zaratustra no se dio cuenta, pero yo sí. ¿Para qué habrían de matar los humanos a Dios, a cualquier dios? El Dios de los ejércitos, el dios del pueblo.  En todo caso es más fácil ser estúpidos seguidores que andadores de caminos propio. 

Comentarios